Raspaditas

2 Agosto, 2020

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Hoy quiero contarles una de esas historias que, por más que terminan en lo que podríamos llamar un fracaso, a la larga me terminó sirviendo de experiencia y la pude aplicar tanto en mis empresas como en la vida para no repetir los mismos errores.

Lin era el dueño de un supermercado con el que se había armado una relación casi de amigos. Yo tenía en ese momento una imprenta, y él me llamaba todos los días para consultarme precios y cosas relacionadas a los folletos full color con las ofertas de los productos. Cada diez días viajábamos a Zárate a buscar la seña de los trabajos en un Fiat 147 que teníamos. ¡Qué lindos recuerdos!

El chino Lin siempre estaba un paso adelante sobre ideas de promociones. ¡Hasta un auto 0km regaló en un sorteo! Un tipazo. Un día me llamó por teléfono y me dijo: “Javi, ¿vos haces raspaditas?”. Obviamente le dije que sí. ¡Dios mío, en qué lío me metí! Corté el teléfono, reuní a Jessica y a mis hermanos, y les dije que teníamos que hacer unas raspaditas para un sorteo, porque Lin iba a obsequiar una Play Station 3. Me miraron todos asustados. La pregunta se caía sola ¿Cómo las hacemos? Mi respuesta fue contundente “no tengo la menor idea, pero las tenemos que hacer”. Ese día encima estábamos a full de trabajo. Mientras Jessica separaba y embalaba folletos para un cliente que se llamaba Promofiesta, nosotros empezamos a diseñar para imprimir las raspaditas. En algunas decía “seguí participando”. Había otras que regalaban una gaseosa, y una sola entre las 10.000 tenía la ganadora de la PS3.

Pero cometimos un error: en el pliego habíamos puesto 20 (sí, veinte) PS3, por las dudas que no cubriera la tinta que hacía la raspadita, simplemente a modo de backup. Mientras empezaba la odisea de tapar los premios con tinta, nos olvidamos de esos extras que habíamos hecho, sobre todo porque no se secaban. Otro tema a solucionar. Agarré dos medias y las llené con talco. ¡Empezamos a aplaudir la media sobres lo pliegos para que se seque la tinta! Parecíamos el fantasma Gasparín, todo blancos de talco. Finalmente, terminamos el trabajo y pasamos a cortar y entregar las raspaditas en Zárate. Felices.

Una semana después me llama Lin. “Javi, ya salió la Play”, me dijo. “Uf, qué rápido” fue mi respuesta. La novedad, sin embargo, no era esa, sino que el premio todavía no lo había anunciado. Yo estaba al horno con papas. La realidad es que la raspadita del premio mayor se la dimos aparte para que él la largara a mitad de mes. Dos días después me suena el teléfono. Otra vez Lin. “Javier, salió otro premio”. ¡Me puteaba en todos los idiomas! Al día siguiente, otro ganador más, y luego un cuarto. ¡Habíamos mezclado nosotros las raspaditas ganadoras! Cuestión que a la cuarta Play Station hubo que cortar el sorteo porque todavía quedaban 16 más por salir. Nos hicimos cargo nosotros del costo de las consolas y seguimos siendo amigos al día de hoy.

Durante 15 días trabajamos gratis, porque nuestra ganancia fue a parar a pagar esos premios. Hoy, muchos años después, reflexiono. Y pienso, ¿quién me quita lo bailado? La experiencia no tiene precio. Si salía bien, ganábamos. Salió mal y perdimos. Como la vida, un ida y vuelta, un equilibrio entre las cosas buenas y malas que nos pasan. Hoy mis hermanos hacen pantallas de LED de una manera muy profesional. Y Jessica es la CEO de la empresa, con grandes conocimientos en comercio exterior. De todo se aprende, siempre. Con paciencia y amor llegás a todos lados.

JBLB. 🦁