La Furgoneta

8 Abril, 2020

public/blogs/1641415699-furgoneta.jpg

En abril del 2018, en mi segundo viaje a Costa de Marfil, los técnicos que había contratado me estaban volviendo loco para que compre una furgoneta, como le dicen ellos. Paco, Leca y Sadia, me insistían todo el tiempo. Como yo no hablo una palabra en francés, Carine, mi traductora, me decía todo. A ellos se los veía medio enojados a veces porque tenían que moverse en taxi. Yo les decía “amigos, paciencia que ya va a llegar”. Ellos argumentaban que al ser una empresa internacional, no podían ir en taxi a ver a un cliente, que lo correcto era hacerlo en “furgoneta”. Con mucha paciencia, les explicaba que la empresa era nueva y necesitábamos más ventas para hacer la inversión.

Era difícil, porque todos nos miraban enojados y mi traductora no daba abasto con las explicaciones. Entonces, con gestos, yo mismo les terminaba diciendo “Basta, loco, ya la vamos a comprar”. En junio, y sin que pararan de insistirme, volví a viajar. Fui cargado hasta la manija. Llevé dos valijas repletas de herramientas, además de chombas, lapiceras, gorras, dos cámaras de video y otras cosas que ya ni me acuerdo. De yapa, tuve que quedarme una noche en Etiopía hasta que me devolvieran las maletas, ya que no me las habían dejado pasar.

Cansado de caminar y de renegar, por fin llegué a Costa de Marfil. Grandote, colorado, con cadenas y anillos de oro, tatuajes y zapatillas llamativas. Me dije “¡van a pensar que soy el hermano de Pablo Escobar!”. Y sí, los policías de la Aduana pensaron eso. Tras un largo rato de discutir, sin que me entendieran una sola palabra, por fin pude salir del aeropuerto. Afuera, me estaban esperando Carine y los técnicos. Lo primero que les dije, ya recuperando un poco el humor, fue “¿y, vieron alguna furgoneta?”. Me dijeron que sí y allá fuimos.

El momento había llegado. La compra se realizó exitosamente y todo fue felicidad. Nos abrazamos, festejamos y se generó un clima muy lindo. El mecánico se comprometió a llevarla a la oficina, para el día siguiente usarla para trabajar. Ahora sí, todos felices y contentos.

Al día siguiente, como es costumbre, desayunamos todos juntos. Cuando estábamos por terminar le pedí a Cari que les diga a los técnicos que me lleven a comprar unas herramientas que estaban haciendo falta. Cuando se los comunicó, les cambió la cara por completo. Empecé a notarlos muy nerviosos. Algo no andaba bien. Y empeoró cuando Carine me dijo “Javier, los chicos tienen que decirte algo”. No lo podía creer. Pensé que me iban a pedir un aumento, pero recién llevábamos tres meses trabajando. No podía ser, ¿qué estaba pasando ahora?

Los tres se pararon enfrente mio. No paraban de hablarme. “No los entiendo, muchachos, ¿qué quieren?”, alcancé a responderles. Hasta que Carina me dijo, textual, “no saben manejar”. “¿Quéeeee?, no puede ser, decime que es un chiste” fue lo mínimo que le dije. No podía entender lo que pasaba. Tres meses comiéndome la cabeza, ellos y yo mismo, y ahora que la furgoneta estaba ahí, reluciente, esperándonos en la puerta no la podíamos usar.

Finalmente contraté a un chofer y problema solucionado. Ese viaje fue muy estresante, tanto que me vuelvo a estresar al recordarlo. Es muy difícil estar en un país con otro idioma y diferentes costumbres, aunque la filosofía siempre será la misma “a darle para adelante, que el sol siempre brilla”.

JBLB 🦁