Mis Raíces

24 Mayo, 2019

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No hay éxito sin sacrificio. Muchas veces las carencias y la misma necesidad sirven de impulso para lograr los mejores resultados. Porque ahí es donde uno se fortalece y se prepara para la vida. ¿Cómo se valora algo que se tuvo siempre? ¿Cómo se anhela lo que jamás nos faltó?

De chico era travieso, inquieto, de agarrarme a trompadas y de buscar todo el tiempo conquistar chicas. Todo eso me hacía olvidar que al momento de volver a casa la vida no eran tan feliz. No tenía lo que otros sí. Pero lejos de lamentarme por lo que me faltaba, me propuse conseguirlo.

Pedaleando durante 30 cuadras para llevar y traer verduras para el negocio de mi tío con apenas once años. Juntando botellas y quemando cables para vender cobre. Y un tiempo después, tomando una decisión difícil para mis catorce años: dejar el secundario para trabajar en una imprenta y ayudar a mi familia porque el dinero no alcanzaba.

Si algo me enorgullece hoy es no haber olvidado mis raíces. Y esta foto en al que estoy con mis hermanos y mi perrito en brazos me lo recuerda siempre. Muchas veces uno mira el plato servido, pero no ve como se cocinó ni los ingredientes que se utilizaron. Y hoy estoy convencido que esos ingredientes fueron los mejores, que sumados al tiempo de cocción necesario, dieron como resultado un verdadero manjar. Estoy muy feliz por los avances que vamos consiguiendo en la industria de las pantallas de LED, de cómo mis empresas van creciendo e innovando continuamente, pero al igual que antes, esto es solo el comienzo para seguir transformando las cosas. El camino es largo, y nos queda mucho aún por aprender y conseguir. Vamos por más.