Helados Shock

8 Febrero, 2021

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Ya conté varias veces que tenía una heladería con la que me fundí, lo que nunca dije fue el nombre: Shock. Son esas decisiones que uno piensa “la llamo así y es un éxito”, gran error. El motivo por el que había sido creada era muy importante para nosotros, porque era para costear el tratamiento y poder ser padres, algo que logramos pero no con la ayuda de este proyecto.

Era un viernes de noviembre de 2010 y llovía. Calor, humedad, y yo repartiendo los pedidos en un Ford Taunus azul de techo negro, cuatro puertas, año 1983. Me llevaba como podía el Taunito, ya a esa altura en el quinto pedido de la noche. Me sentía Reutemann, dejaba uno y salía volando para dejar el siguiente, siempre con mi misión de ser puntual. No me gustó nunca que la gente esperara mucho tiempo, siempre me ponía en su lugar. Ellos querían el postre y no había lugar para las excusas. A 20 cuadras de la heladería voy a doblar a mi derecha y opa, el volante giraba y las ruedas no. No sabía qué hacer. Empecé a meter rebajes porque no podía frenar de golpe.

La gente me gritaba que me corriera, pero yo no podía hacer más que reírme. Lo llamé a mi hermano Leo y la única forma que encontramos de moverlo fue que mientras uno lo empujaba, el otro le iba pegando patadas a las ruedas para que giraran. Hoy, a más de diez años de ese día, me río de ese Taunus loco. Tengo una flota de camionetas y camiones con los que llevo las pantalla LED a todo el país y manejo un auto importado, pero nunca me olvido del camino recorrido con millones de tropiezos. Acá estamos, con fuerza, pensando en el futuro y en los proyectos. Que una rueda no te detenga, que un tropiezo no te asuste, reíte de la desgracia, porque sino no te levantas nunca de la cama.

Yo escucho muchas veces la palabra “bajoneado”, “estresado”, y realmente no entiendo. Hace una semana tuve la suerte de estar en la playa con mis hijas. Estaba tomando una limonada en la barra de la piscina y me sonó el teléfono como siempre. Era un hombre llamado Néstor preguntando el precio de las pantallas, y de fondo se escuchaba música de salsa y a Ornella gritando “papá traeme un licuado de frutilla”. Néstor me dice “perdón, estás de vacaciones, no te molesto”. Le dije que sí, pero que no hacía falta que llamara otro día, que gracias a clientes como él yo podía estar de vacaciones, así que lo mínimo que podía hacer era atender el teléfono. Nosotros los emprendedores debemos estar toda la vida al 100% para que nuestros hijos no pasen las mismas necesidades que nosotros.

¡No aflojen, que para eso están los nudos y nosotros somos cadenas!

JBLB.