Éxito

27 Mayo, 2020

public/blogs/1641417141-exito.jpg

Quiero compartir con ustedes el camino a lo que hoy llamamos éxito.

De niño no viví en un lugar confortable, con todo lo que uno sueña para sus hijos. Pero era feliz. Casa de madera techo de chapa, baño fuera de la casa, para sacar agua teníamos una bomba y la calentábamos para bañarnos en fuentones de acero inoxidable. En verano e invierno, era lo mismo. Olvidate de una ducha. No la teníamos. Así fueron muchos años, comprar fiado, pedir prestado y deber era normal para mamá, ya que se había separado de mi papá cuando yo era pequeño. La vida es así. Fui creciendo. A los 10 años juntaba botellas, cobre, o lo que venga, todo servía para vender. Y también salía en un carro a caballo a vender frutas y verduras a los 11 años. Mi pago era algo de mercadería para llevar a casa. A los 13 repartía volantes para una tienda de ropa en San Martín. Quería regalarle a mi novia de la infancia un oso de peluche y como no tenía plata conseguí ese trabajo. Estuve 15 días repartiendo volantes y finalmente lo compré. Luego trabajaba en un taller de chapa y pintura. Jugaba con el carburo y hacía explotar botellas. También laburé en mecánica de auto. Jamás aprendí algo, pero me creía Reutemann. Fui mozo y portero en fiestas de casamiento y de cumpleaños de 15. Aparte, ya había empezado a trabajar en imprentas. Hacia changas los sábados a la noche en eventos, siempre quería tener mi propio dinero, no paraba de soñar. Empecé el secundario y dejé en 2º año porque necesitaba trabajar. A los 22 años quería tener un auto pero no sabía manejar y empecé a ahorrar, porque quería que el primero fuera un 0km. Y así fue, cuando en 1995, saqué un 147. No sabía cambiar una rueda pero me sentía el mejor piloto. Es más, le cambié las cubiertas porque venían finas y yo lo quería bien fachero. Lo llevé a casa y le dije a mi viejo “pá, prestame una pinza”. Me la da y al rato le digo “papá, estos boludos se olvidaron estos plomos en la rueda”. “¡No!”, me respondió, ¡es el balanceo de las gomas! Casi me mata.

Así fueron pasando los años y las imprentas en que trabajaba, que fueron 20 más o menos, porque no me gustaba que me trataran mal y me iba. A los 27 años, en 2001, me puse una pequeña imprenta, y ahí empezó esa travesía de la vida de grande, de emprender. Sufrimiento tras sufrimiento. No tenía para comer, cambiaba folletos por pizzas, por parrilladas. Caminaba en ojotas para buscar clientes, para no usar el único par de zapatillas que tenía. Y se vino el descontrol en el país. Soñar con cosas buenas todos los días. Siempre feliz y tratando de hacer feliz a los que estaban conmigo. En 2008 me estabilicé y pasó lo del campo, ese paro que fue tan largo. Y de nuevo a lucharla día a día. Pensaba que éramos unos fenómenos en imprenta. ¡Por Dios, qué lindos trabajos que hacíamos! Pero no levantábamos nunca. En 2010 pusimos una heladería para juntar dinero y poder realizar el tratamiento para ser padres junto a Jessica. Me convertí en maestro heladero. Teníamos imprenta, fabricábamos helado y atendíamos una heladería. Combo completo. A las 8 de la mañana arrancábamos en la imprenta. A las 17:30 fabricábamos helado y a las 22 cerrábamos la heladería. Y yo me sentía todo un empresario. En todo lo que hacíamos nos sentíamos los mejores. El nuestro era el helado más rico, teníamos la mejor imprenta. Es más, mis cuentas daban que en un año íbamos a ser millonarios. Obviamente que no pasó. Fundimos y todo nos fue mal: dólar, gripe A, todo, pero siempre firme y con la cabeza en alta. Y también 100 cheques rechazados.

Ya era 2012 y seguimos en el camino a la lucha. Yo siempre le decía a Jessica “nos va a ir bien, ya vas a ver”. Me pasaba días sin dormir, pensando en qué poder hacer. Los domingos a la mañana hacía cuentas pensando que ya llegaría ese día tan soñado. Iba al bingo y creía que le iba a ganar a las maquinitas. Nunca me pasó. Sí recuerdo que una vez ganamos y nos compramos un sommier. Yo no heredé nada, oficio, casa y mucho menos, fortuna. Nada de nada. Muchos años alquilando casas, donde el destino, o mejor dicho el alcance económico, nos permitiera. Y contando las monedas, y si las monedas no alcanzaban nos teníamos que ir. Cuando nos acomodábamos un poco, garrotazo y de nuevo para atrás. Pero sólo retrocedía para tomar fuerzas y arrancar de nuevo. Jamás me levanté tarde. Jamás me quedé en la cama pensando que no se puede. Siempre mi mente era, y sigue siendo, positiva. Yo veía barro y pasaba pensando que no me iba a ensuciar. No tenía miedo a fracasar de nuevo, me seguía diciendo a mí mismo que había que intentar. Hasta publiqué en Mercado Libre, gracias a una idea de Jessica, que un día me dijo “¿por qué no hacés un asado a domicilio?”. Y bueno, otra changa más. Total, de caradura nadie me gana.

Fácil sería que me dieran un préstamo o una casa. Un solo amigo rompió el chanchito y me dio sus ahorros para que pueda comprarme una guillotina de mesa en el 2001. Y ese amigo es el Pela. Hoy es mi ingeniero e instalador de todas las pantallas. Pudimos hacer el tratamiento con la plata de las máquinas de helado. Y la recompensa lo fue todo: queríamos ser padres y lo fuimos. Nacieron Ornella y Berenice. Ellas son mis ángeles. A partir de ahí, mi vida cambió. Por ellas doy mi piel, mi vida, todo. Cuando ellas vinieron no habíamos pagado el alquiler de la casa donde vivíamos. A sus tres meses recibí ese llamado tan hermoso preguntándome si vendía pantallas aunque no tenía idea lo que eran. ¡Sí! Aunque no lo crean, ahí empezó este sueño tan hermoso que vivo hoy. ¡Cómo no ser feliz! Cómo no ser positivo si tengo lo que quiero. Cómo no estar contento si llegue a esto que tanto busqué. Y sí que lo busqué, eh. Siempre decía “ya va a llegar ese día”. Lo dije siempre, porque siempre lo imaginé. Lo soñé. Soñé casa, auto, viajar. Pero también soñaba ver personas felices. Soñaba ayudar a mi familia. Hoy puedo decir que cumplí y sigo cumpliendo mis sueños. ¿Saben lo que es trabajar con tu familia y amigos del alma? Saber que podes protegerlos y compartir todo lo bueno que te pasó, y te sigue pasando. Dejando rencores, odios, malos recueros.

No sé lo que es odiar, no sé lo que es la envidia, no tengo rencor. Sólo tengo amor y felicidad para brindar. ¡Qué me hablan de que no se puede! ¡Qué me hablan de sacrifico! ¡Qué me hablan de no intentar! Cuando pude, pagué todas mis deudas del pasado. Después de 2, 3, 4 años. Tardé, pero lo hice. Tengo la cabeza al frente como un león y rujo como él. Me hago sentir, porque me siento fuerte. Siempre lo fui y hoy más, porque muchas personas dependen de mí. Yo atiendo todos los días, jamás desconecto mi teléfono. Esté donde esté. En China, en Miami, en Dubai, en Dominicana o en donde sea. Aprendí a lo largo de mi vida dos cosas: valores y respeto. De la nada se puede hacer todo, y de ese todo tenés que compartir. Eso te va a hacer feliz y vas a hacer felices a muchas personas, para que el día que te toque partir lo puedas hacer en paz. Me queda un largo camino por delante. Y mi fin es que se me recuerde con un solo lema: JAMÁS BAJES LOS BRAZOS.

🦁